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El peregrino desfalleciente

divisa las huellas borrosas

de otro peregrino más avanzado.


Ya no está solo.

Otro ser recorrió el mismo desierto antes que él.

Otro conoció las mismas penurias.


Ya no está perdido.

Las huellas lo conducen hasta un pequeño oasis

en donde saciar la sed más urgente

y renovar fuerzas.


El peregrino conoce entonces la gratitud

hacia aquel que se esmeró en señalar el camino.

Y cuando logra cruzar el desierto;

y puede observarlo desde una perspectiva más amplia;

repara en el próximo peregrino necesitado.

Y entonces siente que no puede avanzar

sin antes colocar un mojón.

Y entonces sabe que su hallazgo es vano

si no logra marcar una huella.


¿Qué somos sino HERENCIA y LEGADO?